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Plataforma 56

El golpe de los neumáticos al chocar con un asfalto diferente en el comienzo de la ZONA URBANA, un pueblo que duerme en el lado sepia.
Zumbidos de luces que se pierden en el fondo oscuro de la escena (desaparecen).

Existe una manera de cerrar la puerta por fuera y poder meter la llave por la ventana.
Desamparados bajo un umbral dijimos: no sirve escapar como método.

Prefiero la vera de la ruta a la madrugada, las banquinas de día, son un mar verde, monótono, sentimentalmente agobiante.

(transmito este pensamiento, pensándote)


El Rey de la Avenida Garay, sentado en la reposera, quemado el torso, la cara anteojos negros, cabeza rapada observa el movimiento de la intersección de las avenidas.

El machaque industrial de la batucada barrial en la plaza recuerda el slogan estival

No hay diferencia entre las marcas de los pies húmedos en el parquet y la sangre seca.
Después de ganarnos el clásico empapelaron la Avenida Mitre con afiches de Abbey Road sin Lennon ni Harrison.

Una rodilla rota y la otra entera.
La antipropaganda de analgésicos milagrosos.
Es viernes por la mañana y lo que dijimos no me va a dejar dormir.
En la calle, cajones de Coca caen apilados en un mal juego.
Paranoia como hormigas. Fumo en el balcón dejando las estrías al sol.

Show en vivo del folleto turístico,
ejército vestido de Feria Americana.

Una sueca posa transándose al Che pintado en la pared,
porque the sun sunshine always in San Telmo.
Una mujer mayor cuida de otra que hace días permanece en coma.
El rostro de la primera mujer está más gastado que el día anterior y en la parte clara que la habitación sin luces conserva a pesar del atardecer próximo confiesa su parecer sobre la conveniencia de la muerte.
Las columnas de cemento olvidaron los reflejos dorados ante la primera mañana fría del otoño.
Ya hablarán demasiado del color del cielo en estos días.
Las estructuras y nosotros ignoramos fechas exactas. Envejeceremos y moriremos más lento de lo que lo necesitamos. Ya hablaron demasiado de la muerte en estos días. Nosotros, que no tenemos mucho más para decir de ella, porque sabemos a quienes si debemos escuchar en silencio.
Eli de San Juan fuma Virginias Slims sobre la mesa de madera. No deja de hablar hasta que deja de hablar y larga una bocanada de humo. Después dice: "el viejo, tan hijo de puta él, un día decidió morirse, siempre hizo lo que quiso". Por debajo de la mesa Natalia me acaricia el muslo con su pie.
La magnitud de la tormenta nocturna que contemplamos embarró los umbrales.
Del terraplén de la autopista a la avenida, un cortejo de cadáveres de palomas y hojas verdes arrancadas prematuramente de las ramas a ambos lados del empedrado. Para la cuadrilla municipal será apenas un trabajo tedioso.
Nosotros disfrutamos el paisaje durante el silencio del comienzo de la mañana.
Parece que ya estamos en abril.

136

A las 6 de la tarde del domingo el sol se precipita por detrás de los monoblocks.
A las 6 de la tarde del domingo el tren diesel patina por las venas electrificadas que trazan por el Oeste acerca de la lógica estación/pueblo.
A las 6 de la tarde del domingo dice Nadia, los hijos devuelven a sus padres.
Detrás del blindaje del vidrio del colectivo observa la última cuadra en la que paraguayos con sed de cachaca se congregan frente al boliche bailable.

Los reflejos azules de las luces policiales en las cortinas bajas aseguradas con barrotes, los travestis formando la barrera para un tiro libre bajo la lluvia.

La noche es nublada sin estrellas y los destellos húmedos de los tubos de neón verdes proyectan espectros de su madre haciéndole la raya al medio y poniéndole el guardapolvo blanco y tibio.

Piensa en todos los minutos de silencio que hizo entre multitudes y que no recuerda cuándo fue la última vez que se arrodilló frente a su cama para rezar.

Ocio

En el cine el tiempo en forma de tren, los domingos a la tarde, las parejas suben y saludan sonrientes para las fotos viajan a lugares específicos y vuelven temprano para cenar.
La fábrica, el santuario de las promesas sobre colchón empapado ha vuelto a ser lo que era antes de nosotros,
máquinas bajo un techo de chapa.
Un libro dedicado en francés,
guardado en un bolso de viaje.
Un abrazo por la espalda,
desnudos un sábado al mediodía.

El perfume de los olores nuestro y de la casa se pierden,
el podio bien ganado de habernos cogido a casi todo el Rock Nacional.

Ahora entró a mirar el ruido de la calle el ritual nuestro.
Habla Cortázar, como un espectro desde la casetera.
Habla Cortázar imitando al Pepe Le Pew.
Vos, a capella sin ganas lees.
Mientras la bandita punk suena en mi walkman, observe la pila de latas de conserva de la novela campeona del mundo. Las camisetas sin vender sobre la peatonal, porque nosotros Rusita, no ganamos nunca la Copa.
Cuando Susana habla arranca alargando la e como si fuera un acople de los Ramones Guantutrifor y le dice a la figura del equipo: “la caridad bien entendida empieza por casa”.

Faibel va al Oeste

Son las diez de la noche en Tilcara.

Los cerros inmensos descansan escondidos en la oscuridad.

Las sombras de los que caminan se pierden entre las calles de tierra.

Desde una peña, se escucha una melodía similar a Let it be.

Cuando calla, sólo el río, caudaloso por el verano, rompe el silencio religioso.

Rojonegroblanco

Rojo, negro y blanco. Rojo del amanecer sobre Patricios, el negro de las sombras que todavía no se van y el blanco de los hospitales adónde travestis hacen la cola en el Muñiz. Rojo, negro y blanco. La vista del tanque de la Siam, cementerio de electrodmésticos rotos, heladeras con picaportes enormes que bien podrían ser fósiles en un plano general de la arqueología de un vaciamiento. Rojo, negro y blanco. Rojo de la sangre de las tripas del uruguayito, negro de la piel, blanco de la camiseta manchada sobre la palabra "MITA". Corrimos hasta más no poder y llegamos hasta Rivadavia, a la semana volvimos a Florida y las manchas seguían sobre las baldosas desparejas amarillas. Rojo, negro y blanco. Rojo de tu pelo, negro de tu bombacha, blanco de la sábana adónde aún dormís en diagonal aprovechando que yo ya no estoy en la cama y quién sabe que soñas y que pienses al levantarte. Yo sé que esto no va a repetirse y por eso me quedo en silencio.

Litel Bermejo

El pasaje Bermejo es un túnel de viento,
hoy
la mañana más fría de la primavera.
anoche,
volviendo apresurado por las cuadras largas y oscuras,
pensé:
en mi demonio y mi fantasma a flor de piel,
raspando.

Luis

De espaldas a la ciudad,
parado en el lugar par de la hilera de pescadores.

Monjes encapuchados con sus camperas de gimnasia a quienes ni el rugido de los aviones ni los latigazos del oleaje parecen cuestionar.
En silencio esperan su respuesta prometida.

Imito sus movimientos como quién entra por primera vez a un templo de una religión ajena.

Intento domesticar la cadencia de estos días sin los elementos básicos.
Envidio a los que pueden sacar un pez del agua.

En un país que no es el tuyo,
en un idioma que no comprendés del todo,
frente a una tumba.

2

Solo dos veces lloramos juntos.

Una,
cuando eras un ángel y quisiste atravesar los autos en la 9 de julio.

Dos,
cuando nos abrazamos en la Terminal del pueblo en el que volviste a la Tierra.

D.C.

Nos gustan la melancolía, el café y el humo como símbolos rituales.
Ahora brindamos en un bar de la peatonal y acentuamos nombres propios de mujeres.

Mi amigo mira su vaso fijamente y proyecta imágenes en el líquido marrón.

Una chica de pelo de colores,
un espectro camina entre las mesas,
en la noche de la fría Mar del Plata.

Podríamos, pienso mientras caminamos hacia el mar, explicar cómo:
1) se hace para perderlo todo siempre, de un modo tan eficaz.
2) a los tres días, resucitar de entre los muertos y sentarse a la izquierda de todo.

Docta


Vimos a las Madres hacer la ronda en la Plaza San Martín.
Te pedí ir a ver librerías al Paseo Las Flores. Por sobre tu hombro, reconocí a mi madre,
Susana Villaflor y vos en la misma escena. Miró vidrieras y preguntó precios.
Mi madre frunce el seño cuando baja libros de la estantería.

Un pasillo blanco largo, de paredes altas y sucias y ventanas grises. Una mujer que podría ser tu madre usa un guardapolvo celeste, camina de lado a lado. Una mujer que bien podría ser tu madre atraviesa la estación Liniers en el comienzo de la noche con un guardapolvo celeste debajo de una campera de jean y una bolsa blanca en la mano. Esa mujer que podría ser tu madre le dice a otra mujer que podría ser mi madre "lo siento mamita, hoy estamos, mañana no". Abraza a esa mujer que bien podría ser mi madre, se persigna y se dirige a otra habitación.
Todas las mujeres de guardapolvo celeste en este lugar podrían ser tu madre y todas las mujeres que esperan fuera de las habitaciones podrían ser la mía.
La madre del Budita en una mano el algodón y en la otra el alcohol fino, pero no sale no sale la costra. El Budita piensa que el pasado no es pasado, que un año es igual al otro y no es sino más bien una antología desagradable que no puede ser autobiográfica ni televisiva que compaginada explica.
El Budita en una mano una esponja y en la otra el alcohol fino repite el procedimiento aprendido, pero no sale no sale, no.
El viento pega en la cara por el hueco de la ventanilla abierta los últimos días de febrero. Los retazos de las noches de carnaval en los cables de la Avenida Boedo.
El asfalto recién salido de la ducha deforma el reflejo de los edificios.

Unidades que sirven para saber que estamos en ese tiempo en que la agonía del verano se acelera.

La chica del asiento de uno rapea por celular y usa como puntuación la palaba boluda.
Boluda. Algo. Boluda. Su discurso se mezcla con la música que sale de la radio de la cabina/santuario kistch del conductor.
Entorna la puerta y deja pasar la mano servil,
cerrándola de golpe, despellejando el brazo.
Asesina sádica, salando los tajos en la carne.
Segrego libido al oler el filo del cuchillo.
Tus tetas de puta dominica desatan lo reprimido.
Te burlás de las falsas esperanzas como si fueran camisas hawaianas,

¡como nos reímos todas esas noches de esas ropas espantosas!

Hay unos chicos jugando a la pelota entre la vía y el hotel alojamiento. Tierra ganada a la playa de maniobras perdida durante el vacíamiento de la línea ferroviaria estatal.


Su única fe se basa en la Virgen que hay en la esquina quien los mantiene alejados de la basura de los habitantes de los edificios de departamentos
Una mano apoyada en la reja sobre la cabeza y otra apenas separada del cuerpo reza murmura en la puerta de la Iglesia. No tomar las pastillas recetadas y atravesar la plaza lo hizo cansar lo que no tomar las pastilals recetadas y atravesar la plaza lo harían cansar. Transpira en una mañana húmeda bajo la campera rompevientos de plástico.
A sus espaldas el murmullo de las autopistas y las luces que permanecen prendidas porque el sistema eléctrico que las controla considera que el día aún está oscuro.

Una chica permanece sentada semidormida en una silla en la puerta del baño de mujeres. Adolescentes uniformadas para el sábado a la noche en colores negros, rojos y grises se arreglan el maquillaje, comparan, se alistan. En el piso hay papeles mojados por la cerveza caliente y olor a húmedo. Ella viste un canguro negro y un jean violeta. Las adolescentes ni siquiera la miran. No saben de dónde vino, adónde vuelve. No les interesa.

El cuerpo oblicuo sobre la vereda, caído en posición de haber saltado a cabecear la última dosis. La mugre que florece de las baldosas apenas tapa el logo de la English Premier League de su brazo. El Rey de la Avenida Garay como siempre hace declaraciones a los medios. El cuerpo oblicuo sobre la vereda, caído sigue debajo del cartel que dice 4 COLAS Y UN FUNERAL SENSACIONAL ESTRENO.

Pretty Vacant

Retiro,
una estación de tren rusa de la Segunda Guerra,
un galpón enorme, frío y metálico.

Me susurra al oído...refugiado.

Dos mujeres y una nena apuran el paso por el andén .
Madre, hija e hija de la hija cargadas de bolsos.

Mamuskha boliviana.

El humo dulce de los puestos y la fila de vagones improvisados.

Me dice al oído...no hay future for you.
Las libélulas acompañan al vagón de tren que tomo dos días antes de mi cumpleaños hacia las barrancas del río. Adónde una pareja se comprometió días antes de un golpe militar, adónde un chico dejó caer su caña al al agua escapando de una tormenta, adónde el olejae ya no trae cuerpos a la playa de los clubes naúticos.
6 meses de día,
6 meses de noche,
despatarrado en el inodoro de una oficina,
escuchando los Muertos en un cubo de paredes.
Hoy hacen 600 noches que dibujaste con una tiza celeste un mapa en la pared al lado de tu cama.

Sábado

Abandonados en una ciudad desolada,
vemos la tele en un colchón sobre el piso.
Sábados de Super Acción por Canal 10.
Aquí en Alberdi, a Karate Kid lo fajaron entre cuatro y ya no se levantó.

El velo de la cortina nos separa de la luz artificial blanca del día.
Resguardados en este lugar, la tarde y la respiración serán más cortas,
y por suerte,
o no,
permaneceremos ajenos al hilito de meo y agua que corre por La Cañada,
y de los taxis amarillos que corren y chocan como Scalextrics por la Colón.

Hace unas semanas,
el primer frío de abril,
me trajo junto a la nevada mortal.

Rusita Poemas Cortos Vol. 1

jardín extranio@hotmail.com